martes, 21 de agosto de 2012

Algo pegajoso para ayudar a salvar al planeta

En sólo cinco años Argentina se convirtió en una potencia de la industria de los biocombustibles. Comenzó a producir biodiesel en 2007 y rápidamente se convirtió en el primer exportador del mundo.

La nueva invención es un adhesivo ecológico, que combina la glicerina vegetal con harina de mandioca (o yuca)

Con una producción anual que según la Cámara Argentina de Biocombustibles (Carbio) este año alcanzará las 3 millones de toneladas, Argentina es la tercera productora mundial de biodiesel, detrás de Estados Unidos y Brasil.
 
Para los defensores del medio ambiente es una gran noticia que cada vez se produzca más de este combustible a base de soja, que reemplaza el tradicional petróleo.
Sin embargo este boom ecológico ha presentado un desafío para sus productores: ¿qué hacer con los sobrantes de esta creciente industria?
El principal subproducto del biodiesel es la glicerina: por cada tonelada del biocombustible se generan 100.000 kilos de esta sustancia.
“Al principio pensábamos que había que tirarla, pero después nos dimos cuenta de que tiene muchísimos usos”, contó a BBC Mundo Fernando Paláez, presidente de la Carbio.
Muchas empresas de la industria cosmética y farmacéutica comenzaron a adquirir esta glicerina vegetal para reemplazar a la glicerina sintética (a base de petróleo) y así ofrecer una alternativa más “verde”.
De esta forma, lo que al principio parecía un desecho se convirtió en una segunda fuente de ingresos para los productores de biodiesel.
Sin embargo, este negocio ha alcanzado un techo. Según el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), el crecimiento de la industria del biodiesel está generando cantidades de glicerina que no pueden ser absorbidas por los rubros tradicionales.
Por este motivo, el INTI –un ente público- se abocó a la tarea de buscar nuevos usos para este subproducto y en agosto anunció la creación de un nuevo adhesivo a base de esta sustancia.

Adhesivo vegetal

La nueva invención es un adhesivo ecológico, que combina la glicerina vegetal con harina de mandioca (o yuca).
“Sirve para pegar etiquetas sobre vidrio y es tan buena como el adhesivo sintético que usan las embotelladoras”, aseguró a BBC Mundo Omar Ferré, responsable del proyecto.
El químico y su equipo del Centro de Caucho, en el INTI, realizaron con éxito las pruebas de ensayo para determinar la resistencia del nuevo pegamento.
“Para que pueda utilizarse de forma comercial el adhesivo debe resistir al menos una hora debajo de agua sin que la etiqueta se despegue de la botella, pero al mismo tiempo también tiene que poder ser retirada con facilidad y sin necesidad de usar químicos después de ser remojada una cierta cantidad de tiempo”, explicó.
Si bien los adhesivos a base de almidón de mandioca tienden a no ser duraderos, Ferré señaló que este nuevo producto no mostró señales de degradación.
Según el experto, el nuevo adhesivo tiene varias ventajas en comparación con el pegamento tradicional: es biodegradable, no tóxico y es más barato de producir, ya que sus materias primas son menos costosas que el petróleo.

Círculo virtuoso

Los científicos del INTI consideran que el pegamento vegetal no sólo es una alternativa ecológica que soluciona el dilema de qué hacer con el subproducto del biodiesel.
También aspiran a que su invención pueda generar ingresos nuevos en algunas de las regiones más pobres de Argentina.
“La mandioca se cultiva en el noreste y noroeste argentino, y muchos de los productores son campesinos de bajos recursos. Este desarrollo podría beneficiarlos”, contó Ferré.
La idea del INTI es unir a estos cultivadores con pequeños productores de biodiesel que no saben qué destino darle a la glicerina.
“La elaboración del adhesivo es muy sencilla, sólo requiere de un equipo mezclador común, por lo cual cualquier emprendedor nuevo puede hacerlo”, afirmó el creador del proyecto.
El desafío será encontrar embotelladoras pequeñas y medianas que estén dispuestas a probar el novedoso producto.
Por ahora el INTI no planea patentar su invento, ya que se trata de un proceso costoso.
En vez, transferirá sus conocimientos a todos los interesados en el país y también exportará el paquete tecnológico al resto de los socios del Mercado Común del Sur (Mercosur), algo que podría beneficiar especialmente a Brasil, un gran productor de mandioca y biodiesel.


Fuente: BBC Mundo

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