miércoles, 3 de agosto de 2011

Cuerno de África: entre ayuda e impotencia

En el Cuerno de África, la mayor sequía en 60 años amenaza la vida de unos de 12 millones de personas, incluidos más de dos millones de niños. En Somalia, donde la situación es más grave, UNICEF Suiza y una pequeña organización privada de Zúrich aportan su ayuda.


Ante la hambruna catastrófica que golpea el triángulo formado por Kenia, Somalia y Etiopía, la comunidad internacional debe actuar con rapidez. El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas estableció el miércoles (27.07) un puente aéreo con la capital somalí, Mogadiscio, para llevar comestibles destinados principalmente a los niños de hasta 5 años.

De hecho, en muchas partes de Somalia, cada seis minutos muere un niño de desnutrición, según estimaciones del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

Ayuda de emergencia

La sección suiza de UNICEF ofrece desde hace mucho tiempo apoyo alimentario a Somalia. Empero, dada la crisis actual, ha duplicado su presupuesto, elevándolo a 500.000 francos, a título de ayuda de emergencia. Pero la asistencia suiza procede también de la Cruz Roja, Caritas y la Cadena Suiza de la Solidaridad.

“Durante los primeros seis meses del año, suministramos alimentos para unos 100.000 niños en 800 centros de distribución”, dijo Andrea Kippe, portavoz de UNICEF Suiza. Sin embargo, el elevado número de niños subalimentados en el país es de alrededor de 500.000 y muchas familias requieren víveres.

En el sur de Somalia, particularmente afectada por la sequía, UNICEF Suiza quiere duplicar el número de niños beneficiados durante el próximo semestre para elevarlo a 75.000.

UNICEF Suiza colabora también con los grandes centros de refugiados de Kenia y Etiopía, a los que llegan miles de personas con hambre. La asistencia en Somalia -que amén de la ayuda alimentaria incluye también un programa de acceso al agua y a los centros de salud-, debe evitar que las personas emprendan el camino del exilio, apunta Andrea Kippe.

Alimentos especiales

Los niños debilitados, que ya no toleran los alimentos sólidos, deben ser nutridos con productos terapéuticos especiales, precisa la colaboradora de UNICEF. Se trata de soluciones dulces y saladas administradas vía nasal. Se les proporciona luego “una leche especial hasta que la digestión funciona de nuevo, y más tarde, una pasta de maní particularmente ricas en nutrientes”.

La tarea esencial en la que se afana UNICEF en Somalia desde hace décadas no se limita a proporcionar una ayuda alimentaria, sino que tiende a mejorar las condiciones de vida de los niños, con la educación y la protección como prioridades.

Entre las pocas organizaciones de ayuda que aún operan en ese país se encuentra ‘Nuevas vías en Somalia’.  De Zúrich, esta asociación privada está presente desde 1994 en Merka. Incluso después de la muerte de su fundadora, Verena Karrer, asesinada en su domicilio en 2002, la asociación continúa la obra de la enfermera en ese puerto de 80.000 habitantes.

“En Merka nos ocupamos de una clínica, una escuela primaria y secundaria y de una parte de la limpieza de las calles”, informa el vicepresidente de la entidad, Heinrich Frei. La asociación cuenta con un centenar de colaboradores locales.

Esta pequeña organización, financiada principalmente con donaciones privadas y contribuciones de Iglesias y fundaciones, permite ofrecer una comida caliente al día a los 240 niños que asisten a la escuela.

Alimentos muy caros

Sin embargo, debido a la sequía que ha mermado animales y cosechas, los precios de los alimentos se han disparado. Así lo señala Abba Omar Mohamed, subdirector de la Escuela Secundaria Verena de Merka, en una carta dirigida a la fundación. Explica que un kilo de azúcar cuesta un dólar; uno de harina o de arroz, 0,5 dólares; un litro de aceite comestible, 2 dólares y un kilo de carne, 3 dólares.

Con su sueldo de 125 dólares, un profesor de Historia y Geografía, no solamente debe alimentar a su familia de 14 personas, sino también pagar las cuotas escolares de siete de sus once hijos y la renta. Por supuesto, le es imposible subsanar los gastos del tratamiento de una de sus hijas, que padece una enfermedad de la piel, al exterior de Merka, cuya infraestructura sanitaria es insuficiente.

Como Abdullahi Ali, responsable de la clínica, muchos vecinos tienen dificultades para hacer frente a la situación. Este último, que acoge en su casa a tres familias de refugiados, ya no puede ofrecer más de una comida por día a todas esas personas.

Como medida inmediata, la asociación le envió 1.000 dólares, para que pueda comprar alimentos adicionales en Mogadiscio para sí mismo y los demás empleados. Además, la organización aumentó los salarios de todos los colaboradores en 20% o 20 dólares.

Mensajes contradictorios

Dados los vínculos de confianza que se han desarrollado a lo largo de los años, Heinrich Frei no duda que la ayuda llegará realmente a aquellos para quienes está destinada. Sin embargo, lo envuelve un sentimiento de impotencia ante esa situación de desamparo.

De hecho, en Somalia, la crisis alimentaria se agrava por una guerra civil que se prolonga desde hace mucho tiempo. En los últimos cuatro años ha sido imposible a los funcionarios de la asociación efectuar visitas a Merka.

Excepto en algunas partes de la capital controladas por el gobierno de transición, el poder está en manos de Al-Shabaab, las milicias islamistas.

En febrero pasado, éstas habían cerrado la clínica en Merka, pero luego suprimieron esa orden. Las últimas señales de la organización islamista son también contradictorias: luego de rechazar durante mucho tiempo la ayuda extranjera, la milicia anunció hace dos semanas que cualquier ayuda era bienvenida. Pero de nuevo dio marcha atrás a poco del anuncio. “No me parece que en Al-Shabaab haya una sola voz”, señala Heinrich Frei.

Para él, la única manera de poner fin a esta crisis de múltiples facetas es que el gobierno de transición instalado y apoyado por Estados Unidos y la Unión Europea negocie con las milicias. Pero, por ahora, las potencias protectoras se niegan a abrir el diálogo.

Renat Kuenzi, swissinfo.ch
Traducción, Marcela Águila Rubín

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