domingo, 12 de junio de 2011

De videntes electorales y el fin del mundo

Los videntes nos asustan y nos fascinan a la vez. Básicamente porque predicen desgracias y cobran por ello. O en ocasiones, cobran precisamente para predecir desgracias, terremotos definitivos y eventos políticos


Pero no hay que ser muy ‘vidente’ para predecir lo que le va a pasar a este planeta, que desde hace un tiempo luce en letras grises y bien marcadas su fecha de caducidad. Y no hablamos de profecías mayas o proyecciones bíblicas, sino de la simple ecuación matemática del desgaste.

La humanidad se extingue. Y no hay mucho que hacer. No nos digan que es una exageración de ambientalistas o sociólogos caviares. La maquinaria ya no da para más; simplemente, está dejando de girar sus enormes engranajes. Y lo más curioso es que la desaparición de la raza humana (o del planeta)  pasará absolutamente desapercibida para el universo.    

Los humanos nos hemos tomado demasiada importancia, creyéndonos el grado superior de “la creación”, relegando a un segundo plano todo lo que nos huela o sepa a Naturaleza; por lo tanto, todo lo que es nuestro hábitat original. 

Somos la única especie que destruye voluntariamente el medio donde vive, y que, conociendo el destino que le espera, no hace nada para remediarlo. En dos siglos hemos logrado llevar al clima a uno de sus  puntos más críticos. Estamos en la era del asfixiamiento progresivo

Hemos alterado el calor mundial, y apresurado –o generado- el deshielo de los polos, cambiado la temperatura y densidad de las corrientes marinas, anulado miles de ecosistemas,  exterminado cientos de miles de especies, contaminado el aire, y no sólo con monóxido de carbono, sino también con innumerables hondas electromagnéticas que son potencialmente cancerígenas, etc.  

La discusión se ha centrado últimamente, en los pasillos de la ciencia, en comprender si la raza humana es realmente razonable. Si la calidad de ser “intelectual” podrá mantenerse más allá del nuevo siglo. 

Los optimistas ven un futuro parecido al de “La Odisea 2001” de Kubrick. Ven un fututo lleno de extraños artefactos caseros que nos harán la vida más sencilla, con viajes interplanetarios, con módulos de bio-crianza, con sistemas ciudadanos y judiciales infalibles, con promedios de vida impresionantes y remedios para todos los males, con un desarrollo tal que será casi una ofensa haber vivido en el pasado.

Los otros, los pesimistas (u optimistas bien informados) ven con más claridad el panorama. No quieren ser alarmistas, pero saben que los cambios más dramáticos han de ser registrados por nuestros propios ojos, y no necesariamente por los de nuestros nietos. 

Saben que el ritmo de desgaste de la tierra se ha acelerado en forma incalculable. Saben que a este paso las ballenas azules y los gorilas de montaña pasarán, en un par de décadas, a formar parte de la fauna plástica de los museos. 

Saben que por el deshielo de los polos desaparecerán las costas y a sus habitantes bajo toneladas de agua salada. Saben que los virus se harán más resistentes, y que los recursos naturales no podrán abastecer a la población mundial que crece en formas desmedida. 

Saben que los pactos y  tratados para proteger el Medio Ambiente no sirven de mucho porque no son firmados por las principales potencias que contaminan.

La raza humana está en decadencia. Sus sistemas hacen agua por todos lados. Su nicho social está colapsando, su núcleo principal, la familia, ya no constituye una base sólida para el desarrollo personal. 

Y sin embargo, cualquier punto de vista que comulgue con la idea del asfixiamiento lento y la degeneración de la especie, será tildado de extremista, o de escándalo ambientalista y cultural, boicoteador del progreso industrial. Como fuere, al final dependerá de cada uno saber qué pudo hacer para salvar un pedazo de este hogar donde vivió.  

Por ahora, y por un tiempo, esperemos, los únicos extintos serán los videntes electorales.


Fuente: ( la republica.pe )

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