domingo, 27 de marzo de 2011

¿Frívolo o genio?

Un país que no dedique a Investigación y Desarrollo importantes recursos ni promueva la ciencia entre los jóvenes para lograr mayor número de estudiantes, está condenado al subdesarrollo.

No siempre en una larga existencia entre tubos de ensayo se consigue coronar un descubrimiento.



Como este país debe pensar que le sobran científicos, se volvió deporte nacional despreciar a Patarroyo. Mañana, en Chemical Review, la publicación más importante de su género en el mundo, aparece su último trabajo, un enorme avance en su investigación sobre las vacunas sintéticas. Pero aquí, nada, como si fuera una columnita de revista farandulera. Olvidan que cada uno de esos papers debe pasar el examen de un selecto grupo de implacables científicos, que analizan el documento a fondo, como si lo fuesen a diseccionar, hasta que dan la luz verde.

A diferencia de otros mundos gaseosos, el de los científicos universales se mide con datos objetivos, nadie regala nada y, menos aún, elogios gratuitos o reconocimientos. No les impresiona nada distinto de los aportes nuevos, los descubrimientos, la suma de papers en revistas científicas de renombre o la capacidad de formar jóvenes genios.

Es uno de los gremios más competitivos que existen, todos quieren llegar los primeros a la meta y para lograrlo solo existe una fórmula exacta: trabajar como una bestia, estudiar sin descanso y analizar a toda hora lo realizado por uno mismo y por los demás, para ver qué pasos consolida y cuáles reforma.

Pero en la Colombia que pontifica creen que Manuel Elkin Patarroyo es famoso fuera, le otorgan el Príncipe de Asturias de la Ciencia, el Ciudad de Edimburgo o el Robert Koch, por citar solo tres, porque es un bocón y un vendedor de feria.

El anterior ministro de la Protección Social le cerró puertas, obsesionado por obstaculizar su labor. De modo que de los 115 integrantes de su magnífico instituto, investigadores de gran nivel, apenas quedan 45. Otra gente lo demandó en Leticia por ser un supuesto aniquilador de micos, pero Patarroyo continúa firme, los recursos menguados y el equipo esquelético, pero ahí sigue haciendo camino.

Las cifras de su prolífica carrera no las puede mostrar nadie en Colombia, con la excepción de la extraordinaria Ángela Restrepo. Los demás quedan tan lejos, que da pena recordárselo y tampoco tendría sentido porque su aporte es muy valioso y necesario en un país donde la ciencia está peor que la infraestructura jurásica que padecemos.

Manuel Elkin Patarroyo y su gente suman 325 papers en publicaciones científicas importantes, no en hojas parroquiales, todo un logro. Nacido en Ataco (Tolima), desarrolló su carrera en estas tierras, ha formado a más de seiscientos científicos, de los que solo quedan en el país 140. Como nos sobran, los regalamos.

Cada madrugada, este frívolo e insensato se levanta a las 3, para repasar y corregir lo hecho por los suyos la jornada anterior. A las 8 sale para su oficina y ahí se queda hasta la noche. Y vuelta a empezar a la mañana siguiente porque un científico es como un camarón. Un día que se duerma y se lo lleva la corriente del fracaso, quizá el tsunami que más temen.

Pero, bueno, según sus detractores hay que botarlo a la caneca. Pensarán que es mejor que sigamos distribuyendo la piñata de Colciencias entre miles y no exijamos nada a cambio, salvo un papelito intrascendente, o que nos caigan bien y no den la lata.

Un país que no dedique a Investigación y Desarrollo importantes recursos ni promueva la ciencia entre los jóvenes para lograr mayor número de estudiantes, está condenado al subdesarrollo. Nadie dice que entreguen todos los fondos a los dos o tres mejores, pero sí que respeten trayectorias y exijan resultados "medibles", no virtuales. Cierto que no siempre en una larga existencia entre tubos de ensayo y fórmulas químicas se consigue coronar un descubrimiento, aunque Patarroyo está ahora mucho más cerca. Pero se deja una huella indeleble sobre la que otros avanzan.

Fuente: ( El Tiempo )

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