domingo, 4 de noviembre de 2012

Disminuir la temperatura de la superficie oceánica para restar fuerza a los tifones

Un proyecto para conseguir paliar los desastres naturales se postula como una nueva herramienta contra los tornados. La «siembra» de cúmulos nubosos con una alta concentración salina serviría para bajar una cantidad significativa de grados el agua del mar y así combatir la virulencia de los ciclones. De este modo, llegarían a la costa débiles y sin el poder destructor de Sandy

 

Disminuir la temperatura de la superficie oceánica para restar fuerza a los tifones
 
 
Algo que el hombre aún no domina son las fuerzas de la Naturaleza. Controlar el tiempo meteorológico, de momento, se escapa de sus manos. Sin embargo, un grupo de científicos, que investigan el cambio climático, propone una solución para modificar la temperatura de la superficie oceánica. Este cambio podría ayudar a controlar, en cierto modo, la virulencia de los huracanes que nacen en mitad del mar. Idea que cuenta con la oposición de la Organización Mundial de Meteorología (WMO, por sus siglas en inglés), como detalla un documento regulatorio «WMO 2010: Declaración sobre la modificación artificial del tiempo», que establece que «a pesar de 30 años de investigación, no hay evidencia aceptada que sugiera que los huracanes se puedan modificar».

Sin embargo, un grupo de científicos liderados por Alan Gadian, de la Universidad de Leed (Reino Unido) y Rob Wood de la Universidad de Washington (EE UU), ha ideado un modelo teórico de barco que sería el que «sembraría» de nubes el cielo. Gadian manifiesta que «la idea de es aumentar el albedo de las nubes uniformes o estratocúmulos, que cubren el 30 por ciento de ls océanos». El albedo no es ni más ni menos que la relación entre la cantidad de la energía luminosa absorbida y reflejada: «La nieve refleja el 90 por ciento de la energía solar. El océano, cuya superficie es oscura, no llega el tres por ciento. Las nubes reflejan muy bien y cuántas más haya, más refrescan lo que hay debajo», explica Daniele Cat Berro, de la Sociedad Meteorológica Italiana.

El método elegido sería mediante unas enormes chimeneas transportadas en barco, de los que se necesitarían al menos dos docenas –que aumentarían si se eleva las temperaturas del nivel del mar–, como apunta Gadian, «para poder optimizar la cobertura. A nivel experimental esto nos llevaría como unos seis meses, aunque para poder obtener resultados reales ya nos alargamos hasta dos años. Las chimeneas expulsarían unos 30 litros por segundo en forma de espray para formar las masas de vapor acuoso».
Los ciclones tropicales característicos del mar Caribe se fortalecen gracias a las temperaturas por arriba de los 26 grados centígrados, las alimentan con calor y humedad hasta formar fenómenos tan devastadores como Sandy. El interés por comprender y, si fuera posible, evitar los daños han lanzado a la NASA a crear un cuerpo de vigilancia especial (los drones del proyecto HS3) para tomar datos durante la temporada de huracanes en el Atlántico, es decir, desde agosto hasta octubre.

Sólo en papel

A nivel teórico sería estupendo poder enfriar el planeta. De hecho, el sueño de aumentar la superficie blanca de las nubes no es nuevo. Hace un par de años la prensa internacional informaba que Bill Gates habría hecho una donación de 300.000 dólares en un proyecto llamado Silver Lining. La propuesta parecía ser la misma; incidir sobre el albedo terrestre con la creación de nubes en un radio inmenso de hasta 10.000 km2. La Royal Society ya en 2009 realizó un estudio sobre los dos grandes retos actuales de la geoingeniería: captura el CO2 y mejorar la reflexión de la energía solar de la tierra para reducir el calentamiento.

En las ciudades ya se han extendido las construcciones de techos blancos que dificultan la absorción del calor y reducen las necesidades climáticas y la producción de las conocidas como islas de calor. Pero esto son pequeños gestos, porque el 70 por ciento de la tierra es agua con escasa capacidad de reflexión: «para producir un enfriamiento de la tierra equivalente al nivel del inicio del periodo industrial se necesitarían al menos 1.500 buques», explican los documentos. Además, Gadin insiste que para poder llevar a la práctica este «invento» se necesitan unos dos mil millones de euros, «aunque con 100 millones de euros podríamos dar los primeros pasos».
Aunque consideran un buen método teórico pulverizar nubes marinas desde el mar (frente a otros como aerosoles estratosféricos) porque podría detenerse el proceso y ayudaría al mantenimiento del hielo Ártico en verano, dicen que las consecuencias sobre las corrientes de aire y las marinas se desconocen.

En contra

Como arma «contra huracanes» cuenta con una gran oposición entre la comunidad científica, quién se indigna ante estas especulaciones que «alenten de que este tipo de inventos puedan detener y evitar las catástrofes como la de Sandy», apunta James J. Obrien, profesor de Meteorología y Oceanografía del Centro de Predicción de Estudios Océano-atmosféricos de la Universidad Estatal de Tallahassee (Florida, EE UU).

Entre las «pegas» que le ponen a este sistema destaca que «no sería válido de ninguna manera. Los huracanes obtienen su humedad de miles de kilómetros cuadrados. No es posible enfriar esta gran área», apunta Obrien. Deon E. Terblanche, director del Servicio de Estudios de Investigación de la Atmósfera y el Medio Ambiente de WMO, subraya que «la siembra artificial puede reducir la intensidad de los huracanes, pero la magnitud de este efecto todavía está por determinar. Además, existen complejas cuestiones éticas y legales relacionadas con la modificación de los fenómenos meteorológicos más agresivos».
Carlos Yagüe, del Departamento de Departamento de Física de la Tierra, Astronomía y Astrofísica I (Geofísica y Meteorología) de la facultad de Ciencias Físicas de la Universidad Complutense de Madrid, añade que «dada la complejidad de los procesos que tienen lugar en la atmósfera y más aún durante estos eventos meteorológicos extremos, si uno toma dos situaciones iniciales parecidas, y todavía sin sembrar, las evoluciones obtenidas suelen ser diferentes».

Ante esta tormenta de ideas, cuando se presentan situaciones como la de esta semana, en el área de formación de terribles huracanes se hace necesario reflexionar sobre las posibilidades de resguardar las vidas humanas, aunque: «propuestas como ésta de modificar el clima siempre nos dejan perplejos. Primero hay que considerar su enorme complejidad; ir a modificar el color de las nubes o cambiar la temperatura del mar puede originar las consecuencias deseadas en el punto de la práctica, pero nadie sabe lo que ello puede crear el cambio de las corrientes atmosféricas en otras zonas del planeta. Después está el coste; invertir en investigación está muy bien, pero su puesta en práctica exige cantidades millonarias para resultados inciertos. Creo que lo sensato es invertir en adaptar las ciudades y al hombre a los fenómenos naturales del cambio climático», argumenta Cat Berro.
 
Fuente: La Razon

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