miércoles, 1 de junio de 2011
Así mata E. coli O104:H4, la bacteria de la "crisis de los pepinos"
La aparición de una cepa mortífera de la conocida e inofensiva bacteria E. coli  en Alemania ha provocado más de una decena de muertes y ha afectado a   varios centenares de personas. A falta de conocer el foco de la  infección, los especialistas nos explican la forma de actuar de este  microbio en los intestinos de sus víctimas. 
Año 2004. Una joven de 29 años ingresa en un hospital universitario de Chonnam, en Corea del Sur, con un fuerte dolor abdominal y diarrea. Los análisis y el fallo renal revelan un caso de síndrome urémico hemolítico,  un fallo en cadena que si se complica puede causar la muerte a la  víctima.  Afortunadamente, y gracias al tratamiento, la paciente se  recupera en pocos días.
Mayo de 2011. Las autoridades alemanas anuncian la muerte de dos  personas y de 214 afectados por síndrome urémico hemolítico en la ciudad  de Hamburgo. En pocos días la cifra aumenta a 16 muertos y  se detectan nuevos casos. Los técnicos aseguran haber encontrado una  muestra de la bacteria culpable en varios pepinos. Se trata de Escherichia coli O104:H4, la misma cepa que había sido documentada en Corea y hallada en territorio alemán hace diez años, según el director del Laboratorio de Referencia de E.coli, Jorge Blanco.  
Esta cepa de la bacteria es  una mutación de la conocida e inofensiva E. coli,  que se encuentra por millones en nuestros intestinos. Cuando nacemos,  nuestras entrañas están limpias como una patena. La primera bocanada de  aire, los primeros tragos de leche, o el contacto bucal con cualquier  objeto, introducen millones de bacterias en nuestro cuerpo que serán esenciales para nuestra supervivencia. Una de las más importantes es E. coli.  Es parte de nuestra flora intestinal, nos ayuda a producir algunas  vitaminas y previene el asentamiento de otros microorganismos que  pudieran ser mucho más peligrosos. Solo de vez en cuando, una mutación  empieza a causar el efecto contrario y pone en peligro nuestra vida.
La mutación más conocida de E. coli es la O157:H7,  que se hizo famosa tras un caso de contaminación de hamburguesas en  EEUU y ha causado decenas de muertes en distintas apariciones. La  principal diferencia con la mutación de Alemania es la estructura de la  superficie de la bacteria, nos explica Luis Ángel Fernández, investigador del Centro Nacional de Biotecnología.  Además, por algún motivo que aún se desconoce, esta mutación está  afectando especialmente a mujeres y personas mayores, y no tanto a  niños, que suelen ser los peor parados con O157:H7. Pero en su forma de  actuar son básicamente iguales, producen las mismas toxinas que suelen  llevar al desenlace fatal en algunos pacientes. 
Una fábrica de toxinas
¿Cómo actúa la bacteria y por qué puede desembocar en la muerte? El  proceso comienza con su llegada al intestino. "Al ingerir los alimentos  contaminados", explica Helena Ostolaza, investigadora de la  Universidad del País Vasco, "la bacteria entra a través de la vía  digestiva, se aloja en el intestino, y entra en acción tras un periodo  de incubación de cuatro o cinco días". 
Una vez en el intestino, la bacteria inyecta una primera oleada de  toxinas en las células de las paredes intestinales mediante una especie  de jeringuilla. Las células del  epitelio empiezan a comportarse de forma extraña, cambian de forma y  proporcionan un sitio para que la bacteria se ancle y se alimente. A  estas alturas el infectado comienza a tener fuertes diarreas, aunque si  tiene suerte y está suficientemente hidratado, el proceso puede  detenerse ahí y no llegar a mayores.
El problema surge cuando la bacteria empieza a producir un segundo tipo de toxinas, conocida como "verotoxina" o "shiga". Estas toxinas dañan el epitelio del intestino y pasan al flujo sanguíneo donde alteran los factores de coagulación  (baja el número de plaquetas y empiezan a producirse hemorragias) lo  que desemboca en diarreas sangrantes. Mientras tanto, la toxina también  provoca hemólisis y destruye los glóbulos rojos, se libera la hemoglobina y la cepa capta el hierro que necesita para seguir creciendo. 
"La bacteria llega al intestino, prolifera, distorsiona el epitelio intestinal y las verotoxinas llegan al torrente circulatorio",  resume Luis Ángel Fernández. "Ahí empiezan a producir no solo  hemorragias locales, sino que alcanzan el riñón y provocan el fallo  renal". Ése es el verdadero peligro de la enfermedad, el momento en que  las toxinas se extienden a través de los vasos a otros órganos. "El principal órgano afectado es el riñón",  asegura Ostolaza. "En él se destruye la estructura necesaria para la  filtración de la orina, lo que produce fallo renal que puede llevar a la  muerte". 
Las armas contra la mutación
Enfrentarse con este pequeño monstruo entraña una dificultad fundamental: no conviene usar antibióticos.  "Su uso no es recomendado", indica Helena Ostalaza, "ya que puede  estimular a la bacteria a que produzca más cantidad de verotoxina,  incrementando el riesgo de padecer síndrome hemolítico-urémico". "Al atacar con antibióticos",  sostiene Fernández, "la bacteria se estresa y se sabe que estas  bacterias están acopladas a virus bacteriófagos silentes, que pueden  reaccionar y producir un disparo mayor de toxinas".
La alternativa es combatir los síntomas como la deshidratación y la  diarrea y cuando la enfermedad avanza tratar al paciente con hemodiálisis (filtrando la sangre ante el fallo de los riñones) y plasmaféresis  (renovando el plasma sanguíneo por los problemas de coagulación).  "Estas personas necesitan muchos trasplantes de plasma", explica  Fernández, "y hemodiálisis porque con el fallo renal se intoxicaría toda  la sangre". Además aparecen complicaciones muy diversas, incluso  secuelas en el Sistema Nervioso Central. "Gente que entra en coma y  sufre parálisis porque se producen daños en el sistema nervioso", apunta  el investigador del CSIC.
En España se llevan a cabo vrias investigaciones para tratar de paliar estas mutaciones. Miguel Vicente lidera el proyecto DIVINOCELL, en el CSIC, dirigido a desarrollar nuevos antibióticos que sean eficaces en E. coli y que no  provoquen esos efectos adversos", según cuenta a lainformacion.com.  La idea es "bloquear la proliferación de la bacteria inhibiendo la  maquinaria de división celular", explica. En el Departamento de  Biotecnología Microbiana del CNB, al que pertenece Luis Ángel Fernández, trabajan en una especie de antídoto contra estas mutaciones de E. coli. Se trata de encontrar un anticuerpo que evite que las bacterias se unan a las células epiteliales  en una primera etapa. 
"Estas bacterias emiten su propio receptor que se mete en la célula  epitelial y al que luego se agarran", explica Fernández. Para entenderlo  de manera visual, digamos que estas bacterias colocan un anclaje en la  pared a la que luego se atornillan. El objetivo de esta investigación es  "fastidiarles los anclajes" e impedir que se agarren.
 "Donde creemos que tiene más aplicaciones es en el ganado", explica  Fernández. La mayoría de estas cepas se encuentran en los intestinos del  ganado y de ahí pasan a los humanos por varias vías: las heces y el  estiércol llegan a las verduras por falta de higiene o la carne se  contamina y se sirve poco hecha, como en el caso de las hamburguesas en  EEUU. Afortunadamente, unos protocolos de seguridad muy básicos pueden  hacer mucho por evitar su propagación. 
Fuente: (  lainformacion )

 




 
 
 
 
 
 
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