martes, 7 de junio de 2011

Estudian insectos que se reproducen en contaminación

 Investigadores de la UNAM estudian insectos de pantano conocidos como colémbolos para determinar la concentración de hidrocarburos en determinadas zonas



Un grupo de invertebrados conocidos como colémbolos se reproducen mejor, por alguna razón, en lugares donde hay contaminación derivada de la presencia de hidrocarburos. Ello podría fungir como evidencia del nivel de contaminación de los suelos, de acuerdo con los resultados del estudio realizado por investigadores del laboratorio de Ecología y Sistemática de Microartrópodos de la Facultad de Ciencias de la UNAM y del Departamento de Protección Ambiental del Instituto Mexicano del Petróleo (IMP). 

"La abundancia, la diversidad de especies y características de los colémbolos provee información sobre el impacto ambiental de los ecosistemas", explican los autores de la investigación denominada Colémbolos (Hexapoda) como bioindicadores de la calidad de suelos contaminados con hidrocarburos en el sureste de México, publicada en la Revista Mexicana de Biodiversidad. 

Al considerar los resultados obtenidos en su trabajo, los investigadores no descartan la posibilidad de emplear a estos diminutos insectos como bioindicadores, a través del análisis de su abundancia y diversidad, para conocer el estado de deterioro de zonas contaminadas con hidrocarburos. 

Los colémbolos forman parte de una importante fauna que habita en los suelos; los científicos los consideran un indicador biogeográfico y ecológico, entre otras razones, porque tienen una gran capacidad para reproducirse, por su ciclo corto de vida, porque degradan la materia orgánica, y porque en los suelos pueden ser muy diversos y abundantes. Por si fuera poco, los colémbolos están adaptados para tolerar la contaminación de su entorno con metales pesados, como el plomo, el zinc o el cobre. 

El equipo de investigadores recolectó muestras de una zona de pantano localizada en el municipio de Minatitlán, en Veracruz, donde se ha registrado actividad petrolera desde hace varias décadas. 

Durante el análisis fisicoquímico se examinó la presencia en las muestras de compuestos originados en el petróleo crudo, llamados hidrocarburos totales del petróleo, o HTP. También se analizó la presencia de sustancias químicas derivadas de la combustión incompleta del petróleo, conocidas como hidrocarburos aromáticos policíclicos, o HAP, mismas que pueden causar tumores y cáncer, y producir mutaciones y malformaciones en los organismos. 

Los resultados de este análisis revelaron que en algunas muestras del suelo, los compuestos del petróleo crudo rebasaron los límites permitidos para uso de suelo industrial. El análisis fisicoquímico también encontró que en algunas áreas del pantano la presencia de los HAP sobrepasa los límites permitidos establecidos en la norma mexicana. Debido a su alto nivel de toxicidad, tales áreas no pueden utilizarse con fines residenciales, agrícolas, forestales, recreativos y de conservación. 

Tomando en cuenta la abundancia y la riqueza de la fauna invertebrada encontrada en las muestras, el análisis reveló que los ácaros fueron más abundantes en zonas poco perturbadas, es decir, en lugares donde no se presentan grandes efectos de la actividad humana sobre el suelo, mientras que los colémbolos fueron más abundantes en zonas contaminadas, particularmente las especies de los géneros Acherontides y Ballistura. 

"Probablemente se deba al aumento de su capacidad reproductiva por algún contaminante", explica la investigación, que también manifiesta la habilidad de estos insectos de resistir los efectos de algunos contaminantes y de degradarlos. 

Los autores advierten que la resistencia de estas especies de colémbolos a los hidrocarburos, aún necesita un mayor estudio, pues "se sabe que están genéticamente adaptados para tolerar metales pesados, pero su resistencia a compuestos orgánicos no ha sido bien estudiada". 

El grupo de investigación está conformado por: Carlos H. Juárez Méndez, José G. Palacios Vargas, Leopoldo Cutz Pool y Blanca E. Mejía Recarmier, del Laboratorio de Ecología y Sistemática de Microartrópodos de la Facultad de Ciencias de la UNAM, y por Raúl Uribe Hernández y Marco A. Montes de Oca, del Departamento de Protección Ambiental del IMP.
Con información de la DGDC-UNAM


Fuente: ( El Universal.mx )

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