domingo, 4 de diciembre de 2011

Gran Sabana

Destino preferido por los deseosos de observar al menos una sospecha de vida foránea en suelo terrestre

Entre los tepuyes hay quienes han visto ovnis (Morelia Morillo)

Cae la noche y una bóveda oscura cubre la Gran Sabana. La luz que desprenden las seis mil casas y algunos comercios desde Santa Elena de Uairén, la capital del último municipio venezolano de cara al Brasil, es insignificante ante la oscuridad del cielo tapizado de estrellas, planetas, constelaciones y, eventualmente, cruzado por un satélite o algún avión.

Los demás son pueblos pequeños, caseríos algunos: El Paují, Ikabarú, Pacaraima, al otro lado de la frontera; sus reflejos son nulos en medio de semejante espectáculo celeste. Con naturalidad, muchos de los de acá distinguen un satélite, un avión o un Objeto Volador No Identificado (OVNI). Así, mientras que las autoridades aplican la ley sobre los conductores de vehículos de doble tracción, otro tipo de turismo -menos punible, menos agresivo, pero no menos impactante- aumenta poco a poco en el sector oriental del Parque Nacional Canaima, en la Gran Sabana; para muchos, este es el observatorio de Ovnis más importante en Venezuela.

Los buscadores de destinos ufológicos creen -fervientemente- en la existencia de la vida extraterrestre y, obviamente, en que de vez en cuando esos seres merodean por nuestro planeta. Por eso, vienen a la Sabana más atraídos por su creciente fama entre los veedores de Ovnis que por la majestuosidad de las caídas de agua y la imponente presencia de los tepuyes.

Los destinos
Las publicaciones turísticas poseen un ranking de los destinos ufológicos más importantes del planeta. Basta un paseo por Internet para dilucidar a dónde hay que ir si se quiere ver lo que podría ser un platillo.

¿Los clásicos? Chilca, Tacna y Chulucanas en Perú; los alrededores de la aldea Molekba, al norte de Rusia; el Lago Titicaca, en Bolivia; el sur de Piauí en Brasil; Tepoztlan, Veracruz, Durango y Chihuahua en México; el volcán Teide, en la isla de Tenerife; Lajas, en Puerto Rico; San Clemente en Chile; Escocia y los tradicionales Roswel y el Área 51 de Nevada, en EEUU.

Menos publicitada, la Gran Sabana es una plaza que capta cada vez más sus curiosas miradas, posicionándose entre los predios por descubrir. Eso sí, los locales -empresas y particulares- suelen tratar el tema con un enfoque espiritual; la observación de ovnis forma parte de una tendencia más amplia y creciente en esta zona: el turismo místico. Mientras que los operadores turísticos de otros lugares aprovechan, casi exclusivamente, el aspecto comercial.

El sitio
La Gran Sabana forma parte del Escudo Guayanés, una formación precámbrica de entre 3.500 a 900 millones de años. Sabanas salpicadas de bosques, atravesadas por cientos de corrientes de agua de pequeña, media y gran magnitud y abruptamente alteradas por cerros de perfiles extraordinarios a los que los pemón llaman tepui. En su idioma, tepui significa cerro.

Además de ser productora de agua, de esta zona se extraen legal e ilegalmente oro y diamantes y se rumora que en sus suelos existen también importantes minerales estratégicos.

El mapa y el ufólogo
Roberto Marrero es el ufólogo más reconocido del patio. En 1973, aún vivía y trabajaba en Caracas. Entonces, empezó a escuchar entre sus colegas -guías de turismo- acerca de los ovnis en la Sabana y él, que había crecido en un hogar de escépticos, le atribuyó esas creencias al uso de sustancias alucinógenas. Luego, un profesor, un hombre que merecía todo su respeto, le conversó del asunto. Le inoculó la duda. En 1992, Marrero visitó la Gran Sabana por segunda vez. Tuvo una conversación con una persona a quien consideraba confiable, le tocó ver para creer y empezó a recopilar información sobre el tema.

Dice que entrevistó abuelos pemón en Kumarakapay, en Kavanayén y en otras tantas comunidades indígenas. Le mencionaron platillos voladores, alemanes (hombres muy rubios) que entraban en los tepui, personas secuestradas y paseadas en platos volantes.

El tema y estas tierras lo motivaron a venirse a la Sabana ese mismo año. A la fecha, ha escrito y publicado media docena de textos sobre la zona. No obstante, el Mapa de Ovnis en la Gran Sabana fue el que definitivamente cambió su vida. Lo hizo reconocido, le hizo sujeto de una interminable cadena de entrevistas y lo transformó en el guía por excelencia de un tipo de turismo muy especial: los platilleros.

Dentro de la bolsita -con cierre mágico- un folleto acompaña al material principal. En el librejo, Marrero exhorta al lector a "abrir su mente antes de ver el mapa"; explica la conexión entre la Gran Sabana y los principales centros arqueológicos del planeta; expone acerca de los triángulos y las ciudades intraterrenas; ventila la misión de los hermanos superiores acá y, finalmente, reseña los avistamientos y fenómenos indicados. Dice que la información plasmada proviene de sus recorridos por la tierra de los tepuyes. En el plano sobresalen una serie de íconos: avistamientos diurnos y nocturnos, naves madres y nodrizas, bolas de fuego voladoras, bases subterráneas, portales dimensionales, sitios desde donde personas dicen haber sido paseadas en aparatos voladores o haberse topado con algún extraterreno.

Ahora, Marrero gerencia Mistic Tours. Desde una casa rural -ubicada en el tramo de la calle Urdaneta de Santa Elena de Uairén conocido como la calle de los turistas-, ofrece la posibilidad de conocer Roraima u otros sectores de la Gran Sabana, sus paisajes, sus ríos y algunos de sus sitios energéticos ya documentados.
Confiesa que la mayoría de sus clientes quieren ir a Roraima, apenas 10% lo contacta por lo místico. Cuenta que los europeos suelen ser incrédulos y que los más interesados en este tema son los americanos, ya sea del norte, centro o sur.

A quienes se acercan en busca de alguna revelación, los lleva a Agua Fría, una meseta minada de saltos, ubicada a 40 kilómetros de Santa Elena de Uairén; al kilómetro 838 de la Troncal 10, la carretera que conecta al oriente con el sureste extremo del país y a algunos otros puntos de los tantos puntualizados en su Mapa de Ovnis.

¿Quiénes pueden ver o sentir algo? "No son elegidos, responde. Simplemente, son experiencias que le tocan a unas personas y a otras no (...) Son gente con sensibilidad despierta", refiere Marrero con respecto a quienes ven o sienten algo más allá de lo evidente. Con convicción, cuenta que en nuestro planeta existen 83 grupos de seres no terrestres diferentes. Según él, los que rondan por la Gran Sabana son los "Hermanos mayores", seres de suma sabiduría, precursores de la paz, del amor, de la armonía. Estos serían algunos de los comandados por Ashtar Sherán, una deidad para los seguidores del movimiento OVNI, un rubio de cabellera larga a quienes varios sabaneros dicen haber visto. El próximo libro de Marrero se titula Hermanos Mayores en la Gran Sabana.

Los pemón
Sergio Palma, pemón y conocedor de su cultura, dice que los sitios de avistamientos documentados en el mapa de Marrero coinciden con los sitios de los amayikok. Para los pemón, relata, los amayikok son "los seres de la montaña, los equivalentes a los duendes y hadas occidentales que se transportan a través de cuevas y pozos para pasar de una a otra dimensión (...) Dicen que son gente blanca porque viven en la sombra". Los indígenas del sureste venezolano creen que, eventualmente, estos seres se materializan y se llevan temporal o definitivamente a algún pemón.

Palma, quien trabajo en la coordinación de dos volúmenes de cuentos pemón editados con el patrocinio estadal asegura que los abuelos pemón, los guardianes de la memoria cultural de este pueblo indígena, nunca hablan de extraterrestres y que en todo caso cuando ven una luz especial en el cielo dicen "ahí hay oro, ahí hay diamante".

Los videos
A pesar de no ser pemón, se cree que pocos conocen la Sabana tanto como Santiago Ramos. Lo llaman Kurén o el caminante porque llegó a estos parajes caminando hace más de 40 años y aún continúa recorriéndolos, conociéndolos, tanto en su dimensión material como etérea, siempre a pie.

Sus testimonios son tan inagotables como ligera su humanidad. A comienzos del siglo que corre, Issam Madi publicó su biografía, plena en fascinantes relatos. En youtube se encuentra una vivencia única de Santiago. En el video recuerda con detalles aquella mañana en El Paují, una población mixta (en ella conviven criollos e indígenas) ubicada en la vía que une a Santa Elena con Ikabarú, primera y segunda parroquias del municipio.

Ocurrió a plena luz del día -eran las 5 de la mañana- él estaba empezando su jornada de trabajo en la bodega del pueblo. Vio una nave que, por sus dimensiones, cercanía y tiempo de exposición, tuvo oportunidad de observar casi hasta dar con el aspecto de sus tripulantes. También en youtube se encuentra el testimonio de Esteban Mella, nativo de la comunidad indígena de Jaspe. Él asegura que vio platillos volantes mientras se disponía a pescar en las aguas del río Kukenán.


Fuente: ( El Universal )

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