lunes, 25 de octubre de 2010

Renacimiento de un cultivador de papas en Bután

Sangay es uno de los principales productores de patatas de Rukubji.

El hambre y la pobreza marcaron la juventud de Sangay en las montañas de Bután, hasta que comenzó a cultivar nuevas variedades de papas. Hoy en día, este padre de seis hijos se enfrenta al futuro con confianza.

Un rayo de sol se abre paso entre las nubes que envuelven los picos de las montañas de Bután. En el silencio mítico del Himalaya, el valle se pinta del verde intenso de las coníferas. La mirada encuentra el horizonte en los confines del bosque que se extiende por encina de los 4000 metros de altitud.

Al fondo, los campos de papa forman rectángulos en la espesa trama del manto vegetal. Para la mayoría de las familias del pueblo de Rukubji (Rokubi) en el distrito de Wangdue Phodrang, estos cultivos son sinónimo de renacimiento.

“Antes, nuestro pueblo era muy pobre. Las cosechas eran escasas y teníamos que caminar varias horas para vender nuestros productos”, recuerda Sangay.

Este hombre de 50 años, padre de seis hijos, trabaja la tierra desde su infancia. Patatas en verano, trigo y otros granos en invierno. No había muchas otras posibilidades en esta región central del pequeño reino de Bután, cuya única vinculación con el resto del mundo es una carretera estrecha y sinuosa.

“Un día llegaron a la aldea agrónomos del gobierno. Me aconsejaron intentarlo y me dieron tres bolsas de papas”, dice el agricultor.

Patatas de exportación

La introducción de nuevas variedades de papa en Bután es el resultado de una colaboración entre Suiza y el Ministerio local de Agricultura. A finales de 1970, los suizos Fritz Maurer y Fritz von Schulthess habían importado variedades productivas y resistentes (incluida la ‘Desirée’), especialmente adaptadas a las condiciones climáticas del pequeño Estado del Himalaya.

Las patatas fueron distribuidas luego entre miles de familias en el marco de un programa nacional financiado por la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperación (COSUDE) y la asociación de asistencia, Helvetas.

Un par de años fueron suficientes para que las nuevas variedades fueran difundidas por todo el país, ayudando a mejorar la nutrición y la calidad de vida de la población rural. “La producción ha aumentado, lo que permitió a los agricultores pasar de la agricultura de subsistencia a una actividad orientada hacia la economía de mercado”, dijo Nado Dukpa, colaborador de Helvetas.

“Además, el mejoramiento de la red de carreteras ha incidido en el hecho de que la patata se convierta en uno de los principales productos de exportación de Bután”, añade. Así, una tercera parte de las aproximadamente 60.000 toneladas de patatas que se producen cada año se vende en el extranjero.

150.000 rupias por año

Una vez al año, Sangay carga sus tubérculos en los coloridos camiones que proporcionan el transporte dentro del país, para dirigirse a la frontera con la India, el principal importador de patatas de Bután. Ahí es donde la cosecha debe ser vendido en una subasta. “Diez rupias el kilo (unos 20 centavos de franco), si todo va bien”, dice.

“Antes, no teníamos ninguna idea del funcionamiento del mercado”, recuerda el campesino. Hoy en día, las patatas nos aseguran una renta de más de 150.000 rupias (unos 3.300 francos). “Y eso es suficiente para todo el año”. Sangay no duda ni un instante: “Las patatas han cambiado mi vida”.

“El precio depende del nivel del sector agrícola de la India. En años de sobreproducción, los precios bajan y viceversa”, dice Nado Dukpa

Las perspectivas para la agricultura local se mantienen favorables y el mercado de la India seguirá rentable, ya que los ciclos de producción y las condiciones climáticas difieren en estos dos países.

Nuevo techo y televisión

Dorji, un pequeños agricultor locuaz, confía también que lo debe todo a la introducción de patatas del programa de Helvetas. “Antes, en el pueblo, no había suficiente comida. Para comer había que llamar a la puerta de los ricos”.

Hoy en día, los ocho miembros de su familia dependen de los ingresos generados por las patatas, aunque en casa se mantengan fieles a la comida tradicional de la zona, elaborada con arroz, queso fresco y pimientos. “Pude reconstruir el techo y adquirir aparatos modernos. Ahora tenemos televisión”.

La principal incertidumbre de Dorji está relacionada con la calidad de la semilla introducida hace 20 años. “Habrá que favorecer las cruzas con el fin de aumentar los rendimientos. Espero que el Estado nos dará una mano”, señala el pequeño agricultor.

¿Y el clima? Las lluvias son frecuentes en Bután, pero a diferencia de otras regiones del Himalaya como Ladakh, este año, la región se libró de las fuertes inundaciones. “El clima sigue siendo el mismo”, dijo Dorji, que no se muestra preocupado por el tema del calentamiento global.

Reclamo a la ciudad

“Además de poner coto al fenómeno de la pobreza, la introducción de variedades más productivas en Bután ha ayudado a frenar la emigración rural”, dice Erwin Koenig, ex delegado de Helvetas.

En su libro, titulado Distantes y cercanas entre sí, publicado para conmemorar los 50 años de cooperación entre Suiza y Bután, Erwin Koenig explica que sin el cultivo de la patata “los agricultores se habrían ido a las ciudades en busca de trabajo”.

Pero la migración y el crecimiento urbano siguen siendo válidos. En Thimphu, la capital del país, las obras crecen como setas y el bosque tuvo que dar paso a la construcción de viviendas y hoteles. En Asia, Thimphu es la ciudad que muestra la tasa de crecimiento más rápido.

“Mi hijo mayor desearía ir a estudiar a Thimphu”, dice Dorji. Pero yo le pedí que se quedara aquí… por las patatas”.

Luigi Jorio, de regreso de Bután, swissinfo.ch

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