domingo, 26 de febrero de 2012

Interesante debate sobre el origen de las especies, ciencia y fe

Por Ricardo Chacón *
El pasado jueves presencie "en vivo" gran parte del debate llevado a cabo en la universidad de Oxford entre el científico ateo, Richard Dawkins, y el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, sobre el viejo tema del evolucionismo o creacionismo; el duelo de los intelectuales, no sólo fue seguido por cientos de estudiantes sino también por millares de hombres y mujeres de todo el mundo, vía Internet.

Para unos, los más rupestres, los que no entienden el mundo de las razones, los que prefieren la imposición por la fuerza y dejan de lado la sutileza de la esgrima intelectual, no fue más que una perdedera de tiempo, en el que se muestra que la iglesia no quiere reconocer lo fáctico de la ciencia; no logran superar que el "hombre proviene del mono".
Para otros, a los que me sumo, se trató de un evento intelectual de gran valía, que pone al descubierto los grandes temas de la humanidad aún no resueltos, y es que más allá del debate sobre la teoría científica de Darwin y su relevancia en la actualidad (cuestión que cada vez se puede compaginar con la fe), pone de manifiesto la permanente "inquietud" del hombre por tratar de entender y entenderse. Esto no alimenta pero da sentido y, el sentido, que no es más que la conciencia humana (tema que por supuesto salió a relucir cuando se trata de justificar la característica del hombre como obra de Dios).

Tanto Dawkins como Williams recogieron el perenne y viejo enfrentamiento de ciencia y religión, pero con otros ojos, tratando de dar cuenta de la vida de los hombres, como obra creada por Dios, o como un azar de la vida, donde los seres más débiles dieron el paso a los más poderosos.

El filósofo, autonombrado agnóstico, Anthony Kenny, fue el mediador del debate, quien abrió la puerta hacia los nuevos planteamientos que sobre el tema se tienen.

Y es que, a diferencia del año 1800, cuando apareció el clásico de Charles Darwin, "El origen de las especies", tanto la ciencia como la religión y en particular la teología --entendida esta como reflexión segunda y académi- ca--, han evolucionado; el acusarse que nuestros antepasados tienen que ver con el mono, no es ya ni un paradigma intocable, como tampoco una ofensa.

La evolución y el desarrollo de las especies, como también otros temas de la ciencia moderna, incluida la llamada teoría del Big Bang, (la gran explosión que dio origen al Universo), ya no son tema de "excomunión" sino de debate y reflexión, y es que la lucha entre ciencia y religión dejó de ser una guerra de posiciones para convertirse en una discusión donde está de por medio la fe, esa experiencia profunda del hombre que se enfrenta con Dios… no es una idea abstracta, como el gran dador del movimiento primero, que explicaba la filosofía y me recuerda las tesis sobre la existencia de Dios.

Williams, el obispo anglicano, sin duda alguna no representa ni es la única voz de la iglesia universal actual, sin embargo de alguna manera recoge la mentalidad religiosa moderna la que a regañadientes va aceptando las evidencias científicas; el Papa Bendecido XVI, un intelectual de primera línea, está en permanente diálogo con la ciencia y, como lo muestran los signos de los tiempos, ha dejado el debate estéril sobre qué es primero: "el huevo o la gallina". Y con la fuerza que nace la fe en un ser superior, con la fuerza moral y ética de esa creencia, platica sobre los avances de la ciencia y también los critica.

Hubo un momento en que Williams dijo: "una máquina no es más que una herramienta que nunca podrá hacerse preguntas sobre sí misma, explicar bromas, fantasear ni, por supuesto, conectarse con esa energía creativa que llamamos Dios". Sin duda alguna esto es fe, es la experiencia que nace de lo profundo y se alimenta rozándose con los demás.
En su blog, Antonio Ruiz de Elvira, físico de la Universidad de Alcalá de Henares, dice que los seres humanos queremos esencialmente dos cosas: negar la muerte y negar la incertidumbre de la vida, salvo en la cuestión de la muerte. La primera negación es genética, y es más fuerte entre los 14 y, digamos, los 60 años, es decir, dentro del lapso de edades en el cual la reproducción es posible. Y buscamos de cualquier manera la certidumbre, pues el miedo a la muerte que llega siempre de manera súbita, nos hace ansiar la certeza de que no hay peligros..., somos esencialmente estructuras que se reproducen, y mucho, pero no todo lo que pensamos, deriva de ese esquema reproductivo.
*Editor Jefe de El Diario de Hoy.

ricardo.chacon@eldiariodehoy.com

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